lunes, 27 de julio de 2015

¡Profesores de yoga por favor, por amor al yoga, paren de enseñar!

Autora: Jacquelyn Rae
Traducción: Crista Castellanos
Hoy en día podemos encontrar profesores de yoga por todas partes. En apenas 200 horas, cualquiera puede ser un profesor de yoga. Y tal vez ese es el problema actualmente.
El hecho de que todo el mundo pueda ser profesor de yoga no es lo que me molesta. Lo que encuentro inquietante es que, tras un corto curso de 200 horas y armados de un certificado, graduemos “profesores” que muy frecuentemente no tienen las herramientas para realmente enseñar la ciencia del yoga.
Para resolver este asunto, le pido lo siguiente a todos los profesores de yoga:
¡Paren de enseñar yoga!
Pero no me callen tan pronto. Permítanme elaborar esta idea.
Cuando empecé a enseñar yoga solía estar muy nerviosa en mis clases. Todos los días me preguntaba: ¿Les gustara mi clase? ¿Qué pasaría si se me olvida lo que sigue durante la kriya?¿Qué pasaría si no sé la respuesta a todas las preguntas? ¿Qué pasaría si olvido el nombre en sánscrito de una asana? Por esa época, le conté estas preocupaciones a una amiga, karma yogui, y mi futura instructora. Ella me dio el mejor consejo que se le puede dar a un profesor de yoga novato:
“No te preocupes por enseñar. Simplemente comparte tu práctica”.
Si, así de simple.
Y eso es lo que he estado haciendo. Hace casi ya cinco años que este consejo me fue dado. Hizo de mí una mejor profesora, lo cual no es merito propio, pues yo simplemente comparto mi práctica. Entonces, ¿Cómo ser excelente al enseñar yoga? No pienses en enseñar. Comparte tu práctica, no tu ego. Cuando nos enfocamos en enseñar, en impartir nuestro conocimiento a otros o en educar a otros, estamos de alguna manera declarando cierta superioridad. Esa actitud de “yo sé más que tu”, eso es el ego.
El ego manda cada vez que nos autoproclamamos profesores. Liberémonos. Regresemos a la categoría de estudiantes durante nuestra propia clase. Compartamos nuestra práctica.
Cuando te liberas del rol de profesor y comienzas a compartir tu práctica personal, todo sucede naturalmente. Cuando eres genuino y no intentas enseñar, tus estudiantes notaran la diferencia. La notaran en tu actitud, en tu voz, en tu intención. Sé autentico. Con la intención de compartir, en lugar de enseñar, un universo de posibilidades se abre. Cuando te liberas de la exigencia de tener todas las respuestas, tu ego se va para la silla de atrás y puedes ser frente a tus estudiantes.
Miles de velas pueden encenderse a partir de una sola y eso no acortará la vida de la vela.
La felicidad no disminuye al ser compartida
Los estudiantes siempre harán preguntas. No pasa nada si no tienes todas las respuestas. Eres profesor de yoga, no un erudito, entonces no intentes saberlo todo. Responde simplemente desde ese lugar de amor y compasión, incluso si eso implica decir: “No sé”.
Al ser profesores, somos nuestros estudiantes más importantes. Al compartir nuestra práctica, puede que conozcamos algunas respuestas. Aquellas que no conocemos nos dan la oportunidad de crecer en humildad. Los estudiantes sentirán la diferencia entre las asanas. No te preocupes por controlar la fluidez entre las mismas, ya sabes cómo se siente cuando tu clase es fluida. Ya sabes cómo se siente encontrar la quietud. Entonces deja de vender la información de tu manual y habla de la asana desde tu experiencia.
¿Qué te genera la postura? ¡Comparte aquello! ¡Comparte tu práctica! ¿No la haces perfectamente? ¡Comparte eso! ¡Comparte también tus imperfecciones! ¿No alcanzas a tocar los dedos de tu pies? ¡Comparte eso! ¿No logras todavía pararte en la cabeza? ¡Comparte eso! ¿Te tomó meses, semanas, años llegar a cierta asana, conectar con algún tipo de meditación, pranayama? ¡Compártelo!

Comparte tus imperfecciones. Eso ayudará a tus estudiantes a aceptar las suyas. Entenderán la importancia de la paciencia y estarán agradecidos por ello. Comparte tu práctica, no la exhibas. Permite que otros la entiendan. Si estas ahí para que ellos observen lo que pasa con tu cuerpo, no comenzarán a observar qué sucede con los suyos.
Ofréceles tu atención y no esperes que ellos sepan lo que sucede en tu mente o sobre tu mat. Usa tus palabras y muestra la asana si hay que mostrarla, pero no exhibas tu práctica, compártela simplemente. Y para poder compartir tu práctica personal, de hecho, debes tener una.
Es fundamental saber esto si estas recién graduado. Algunos profesores novatos saldrán de su instructorado intensivo de 200 horas con una práctica sólida para compartir. Algunos saldrán de allí más confundidos que cuando comenzaron, inseguros de cómo armar su clase y cómo practicar. Tal vez, sus profesores estaban enseñando en lugar de compartir su práctica.
Antes de comenzar a compartir tu práctica, debes tener una. Entonces, practica. Explora como te sientes al hacerlo. Y cuando estés listo, no enseñes, comparte.
Tus clases se transformarán instantáneamente. Te sentirás más seguro. Se abrirá en tus estudiantes un espacio interior para crecer que ni tu ni ellos sabían que existía. Tu ego se pondrá de lado y entrarás en un espacio de ofrenda. Y desde allí, todo es posible.
¡Comparte, simplemente!
¡Gracias a todos mis maravillosos profesores! Gracias por compartir sus prácticas conmigo!

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